Un nuevo proyecto de ley por la expropiación del Centro Social y Cultural Olga Vázquez llegó a la Legislatura bonaerense. Hablamos con Abril Larrañaga sobre la historia, la resistencia y el valor de este espacio para la ciudad.

La iniciativa fue presentada el pasado miércoles 13 de agosto por el Frente de Izquierda de los Trabajadores-Unidad, con el acompañamiento de diversas organizaciones sociales y políticas. El objetivo es lograr la expropiación definitiva del histórico centro cultural que, desde 2003, acoge a organizaciones y colectivos de la ciudad de La Plata.

Antes de convertirse en el espacio que conocemos hoy, el edificio del Olga Vázquez funcionó como hogar de niñxs y luego como escuela privada. Tras la crisis de 2001, la institución quebró y el inmueble quedó abandonado. Fue en 2003 cuando distintas organizaciones, asambleas barriales y de desocupadxs comenzaron a habitarlo, organizar actividades y poner en marcha proyectos productivos autogestivos.

Abril, integrante de Arte al Ataque —espacio cultural del FPDS-CP— y parte del Olga Vázquez, recuerda que el primer aviso de remate llegó en 2007: “El espacio tiene una deuda por los acreedores anteriores, por el quiebre de la escuela”. Ante esta situación, desde el centro cultural se comenzó a impulsar un proyecto de expropiación que continúa hasta la actualidad.

“Ya hemos tenido tres leyes de expropiación”, cuenta Abril, “pero lo que pasa es que la expropiación nunca termina de ser definitiva”. El principal obstáculo es el pago de la deuda, que en varias ocasiones el Estado se comprometió a absorber pero nunca cumplió. “Como Olga, es imposible que paguemos la expropiación: es una millonada de plata”, agrega.

Durante el gobierno de María Eugenia Vidal, la prórroga a la ley de expropiación fue vetada, lo que reactivó los intentos de remate y desalojo del espacio. “Empiezan a intimarnos y a apurarnos para que nos vayamos o para que paguemos”, recuerda Abril.

Las luchas que habitan el Olga

Hoy, el Olga alberga una gran diversidad de proyectos y colectivos: talleres, una cooperativa de consumo justo y soberano, un emprendimiento textil, un bachillerato popular que fue oficializado como CENS, dos bibliotecas —una infantil y otra especializada en derechos humanos—, una consejería en salud, Radionauta, Pañuelos en Rebeldía, el Frente Popular Darío Santillán Corriente Plurinacional, Marabunta, Awkache y muchos más.

“El Olga permite organizarse por fuera de las lógicas del capital y del mercantilismo, y también muchas veces por fuera de la lógica patriarcal, porque cada vez más es un espacio habitado por disidencias”, señala Abril. Allí tuvieron lugar las asambleas travestis desde Venganza Afectiva en 2020 hasta la Coordinadora por la Floppy ahora, la Asamblea por Tehuel y actualmente funciona una ollita travesti. También han sido significativos los festivales culturales Jauría Mutante, que marcaron un hito en la vida cultural de La Plata y del propio Olga Vázquez.

“El Olga siempre fue un espacio abierto a todas las iniciativas culturales de la región y un semillero. Pero, incluso más importante, ha sido un lugar abierto a todas las iniciativas militantes”, destaca Abril. El centro cultural es continuamente habitado por asambleas y espacios de organización, lo que lo convierte en un actor clave en la defensa de los derechos humanos y en múltiples luchas sociales de la ciudad y la región.

En situaciones críticas, su rol comunitario fue decisivo: durante la pandemia se organizaron bolsones de comida para la comunidad travesti de la zona roja; en la inundación de La Plata funcionó como centro de acopio y sede de brigadas de ayuda. “Y así se pueden enumerar un montón de cosas que han pasado en el Olga, que le permiten a la ciudad contar con un espacio tan grande, tan central y al mismo tiempo abierto y comunitario”, explica Abril.

“El Olga tiene una historia enorme en lo que ha dado y en lo que sigue dando, no solo a nivel cultural, sino también en la contención comunitaria de procesos de lucha y de organización que nacieron de habitarlo colectivamente”, concluye.