Yo puedo decir que tuve la suerte de ser respetada en mi casa con mis gustos y elecciones, mi papá y mi mamá me han llevado a cuanta clase y entrenamiento quise. Y la verdad es que a lo largo del tiempo fui cambiando entre básquet, danza, fotografía, nada presentó un problema, pero no para todes fue siempre así.
Nunca me voy a olvidar de que tuvimos una profesores de educación física en el secundario que llevaba a sus hijas a hockey a pesar de que ellas querían ir a fútbol porque el fútbol es un mundo para varones.
Lo mismo pasó el año pasado cuando por primera vez en 25 años a mi y a mis amigas se nos cruzó por la mente empezar a jugar al fútbol 5, una de mis mejores amigas recordó que a ella toda la vida le gustó el fútbol pero en su casa nunca la llevaron porque obvio, el fútbol es un mundo para varones.
Efectivamente cuando empezamos a jugar corroboramos la hipótesis de nuestras familias, el fútbol es un mundo para varones, pero lamentablemente para ellos, somos la generación que se cargó al hombro disputar todos los sentidos del binarismo y heteropatriarcado, sin más problemas, nos metimos a ese mundo.
Por supuesto que tenemos algunas potencias en los equipos pero si hay algo en lo que todas coincidimos es que no hemos sido culturizadas con la pelota desde que nacemos, no nos regalaron nuestra primera pelota cuando empezamos a caminar, ni nos festejaban los goles en el asado familiar, siempre habíamos estado ajenas a eso.
Entrar a la cancha a jugar a veces tiene sus cosas, un día por ejemplo el vivo del grupito que juega adelante nos dijo que estábamos desfilando cuando entrabamos a la cancha, otro nos contó haciéndose el gracioso, que nos iban a mandar a su amigo el “afeminado” para que juegue con nosotras y para culminar la seguidilla escuchamos mientras jugábamos abajo de la lluvia que uno mandaba a su grupo de whatsapp qué cómo no iban a ir a jugar con lluvia “si hay hasta mujeres jugando”.
Un poco sabemos que bien el fondo les molesta que estemos ahí y no seamos varones, creo que también les incomoda y un poco les parece un espectáculo como si fuéramos su circo, pero por suerte también nos encontramos con un montón de amigos, conocidos, compañeros que en este camino de aprender a jugar en conjunto están dispuestos a armar ese famoso “mixto”.
Yo sé que nada de esto es una novedad, pero así transcurrió nuestro primer año como pibas jugando todos los jueves en la misma cancha del fondo, haga frío o llueva y seremos nuevas pero desde este pequeño grupo que hasta se compró botines sentimos que aunque todavía estamos lejos de la meta
-al patriarcado meta gambeta-
Ilustración: @cheiliis