El viernes 4.50 am sonó la alarma. Unos mates calentitos con miel y salimos rumbo a la plaza donde se organiza la Asamblea combativa que lo da todo y mucho más para que se logre extinguir el fuego que no da tregua arrasando flora y fauna de bosque desde hace un tiempo en la zona noroeste de El Bolsón.

A eso de las 7 estábamos las dos cuadrillas asignadas para esa mañana en el territorio de la cascada de Nahuelpan. Empezamos a subir y la suma de emociones eran muchísimas. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Y enseguida empezaron a aparecer los focos. El estado es de alerta porque es una zona de cañadones que si no se logra controlar quedan en riesgo las viviendas de la gente de la zona y de todo el pueblo en sí.

Desde que nos anotamos para subir nuestro pensamiento fue de agua y ese mismo día se lograron hacer tres reservorios llenados con sistemas de mangueras, pulsadas por motobombas desde un arroyo para de esta manera con mochilas de agua y mangueras refrescar la zona. Todo subido y gestionado a fuerza de pulmón.

Ante la desidia no hay más recetas que la población organizada y la autogestión. El fuego se apaga con agua, un incendio forestal con mucha agua. Por eso, señores gobernantes dejen de gastar los recursos en tanta propaganda ridícula diciendo que nos cuidan y pongan a disposición todos los recursos que hacen falta para lograr apagar el incendio. Es ya. Es urgente. Igual sepan que no los vamos a esperar.

Al final del día nos contaron que habíamos estado 11 horas y habíamos recorrido 6 kilómetros. Nos recibieron con jugo de frambuesa y con las tortas fritas más ricas, esas que se amasan con el fuego del amor y el agua de la vida.

En la plaza la organización es constante las 24 hs. Toda ayuda suma. De ir a buscar botellas vacías y volver a llevarlas con agua congelada a trabajo en la preparación de viandas, llevar o traer a les brigadistas a los territorios, ayudar a los pobladores en los territorios, donar bidones con nafta para las motosierras y los generadores, donar dinero, herramientas, guantes, ropa de trabajo, subir a la montaña con las brigadas, relevar a les compañeres que están pasados de cansancio, etc, etc.

El pensamiento debe ser de agua y no de alimentar el fuego con prácticas irresponsables y egocéntricas. Aprender a escuchar, a que alcance con la mirada para saber qué hay que hacer o dejar de hacer.

Y así volvimos, cansadas pero más fuertes, con semillas brotando al servicio de la tierra, del bosque y la gente. La montaña nos está llamando, y como dijo un chico que se quedó a pasar la noche arriba ‘La tierra cruje y llora como un animal herido’.

Por Guillermina Aguirre desde El Bolsón.