Hace unas semanas el gobierno abrió la discusión sobre la ampliación de las licencias por paternidad. De los míseros 2 días, el proyecto propone llegar a los 15 días. Si, 15 días. Así de lejos estamos (o al menos este proyecto) de discutir una licencia que se equipare con la que le corresponde hoy en día a las personas que gestan. 

Plantear este diferencial en la mesa del almuerzo del laburo trajo posturas diversas. Desde que no tiene mucho sentido porque ningún empleador estaría dispuesto a pagar esos meses de licencia a la otra persona responsable del niñe/s, hasta la postura de que en todo caso, esos 3 meses que tienen las personas gestantes podrían repartirse entre las dos personas responsables del cuidado del niñe/s.

Tanto la ampliación a 15 días, cómo estás dos posturas (con varios adeptos en mi mesa de almuerzo laboral) siguen esquivando, al menos, tres discusiones de fondo: 

la primera es cómo la asimetría en las licencias sigue reproduciendo el rol de la persona gestante como responsable exclusiva del niñe; 

la segunda en cómo esta asimetría sigue perjudicando a qué las mujeres accedan a un trabajo (existen miles de testimonios de mujeres que no son contratadas por la posibilidad o deseo de ser madres); 

y la tercera, sobre el rol indeclinable del Estado en construir un sistema nacional de cuidados, que justamente, busque garantizar la igualdad entre todxs en torno a estas tareas. 

La conclusión de todo esto es sencilla: la licencia de paternidad tiene que ser de 3 meses. Ya sabemos que las mujeres dedican mucha más horas a las tareas de cuidado, por lo tanto, las leyes no pueden seguir avalando está desigualdad, nada más que el sostén de la misma justifica está asimetría. 

Si la duda es cómo pagar esos sueldos, se pueden pensar mil mecanismos de financiamiento, pero no es excusa. Avanzar en la construcción de un sistema nacional de cuidados es una responsabilidad del Estado y una necesidad imperiosa, porque el feminismo llegó para transformarlo todo y no podemos esperar:

-los padres a paternar- 

Ilustración: cheiliis