Dependemos del calor del hogar, de la leche materna, de los brazos de papá, de la comida de la abuela. Dependemos de una palabra, una institución que nos aloje, del aprendizaje. De un grupo de pares: que la chica cool nos acepte en el grupo, que no huelan tu inseguridad, que te quieran como sos.

Dependemos de una promesa, de ilusiones y deseos inconclusos. Dependemos de la comunidad. Dependemos de algún Dios. De la naturaleza, del curso del río, de la montaña que nos da sombra. Los animales dependen de nosotrxs y nosotrxs del sol. Los niños dependen de las madres. Las niñas dependen de sí mismas.

Dependemos de hábitos que nos nutran. Dependemos de las buenas intenciones. Del índice de inflación, el voto popular, alguien piadoso. Nuestros viejos padres van a depender de nosotrxs, y nosotrxs de posibles hijxs. Dependemos de gente que nunca vamos a ver en la vida, que están allá arriba, en el panteón, sentados en sillas doradas, mirando hacia abajo con el rabillo del ojo.

Independientes.

Queremos ser dueños de una casa, de una quinta y de un auto. Queremos poseer. Queremos la independencia del mercado y también del Estado. Queremos la libertad que otorga el sueldo a fin de mes. Queremos pensar por nosotrxs mismxs. Queremos emanciparnos de nuestros padres. Queremos vivir solas. Queremos no enamorarnos, para no depender. Queremos amores libres. Queremos hacer lo que se nos canta y que el otro se la aguante. Queremos manejar nuestros horarios, pero también el aguinaldo y la obra social.

Queremos tiempo. Queremos vivir eternamente, quedarnos en la memoria de alguien. Queremos más, más y más. Queremos un trabajo que nos dignifique, pero también dinero. Las dos cosas no se pueden. Queremos disfrutar. Queremos excesos sin cuestionamientos. Un cuerpo que nos soporte. Queremos una red, un sostén donde llorar cuando todo parece imposible. Deseos nuevos. Queremos vivir bajo nuestras propias leyes. Queremos la mayor libertad que nos puedan otorgar. Queremos no depender.

Acaso anhelamos una independencia moderada, ser felices un rato, un tiempo en nuestro tiempo. Hablamos de utopías apenas alcanzables. Caminamos por ilusiones, caminamos aunque no tengamos piernas, aunque la ruta esté en subida. Caminamos y seguimos, porque otra cosa no sabemos hacer. Quizás hoy la libertad sea esto: escaparnos de la oficina para tirarnos al sol, ranchear improductivamente con lxs amigxs, escuchar el dolor de alguien, no sentir el peso constante de la existencia, escribir un poema que no va a leer nadie, cantar una canción a viva voz, manejar hasta el río. La libertad no es un fin. Se siente, se percibe, se huele. Las pequeñas rebeldías diarias, lo que nos saca del sistema, ganarle al tiempo, creer en algo, construir el amor.