Escrito por 13:05 Economía

Yo quiero ver un tren

El sistema de Trenes Argentinos está en crisis. El gobierno nacional apañado por el decreto que declara la Emergencia Ferroviaria durante dos años, oficializado en junio del 2024, cerró estaciones, suspendió servicios y despidió a cientos de trabajadores. En lo que va del año ya son 12 los servicios que dejaron de transitar por las vías del territorio nacional. Esto nos invita a preguntarnos qué sistema ferroviario queremos para nuestro país y cómo sobreviven decenas de pueblos que quedan olvidados en el tiempo.

Por Sebastián Bertelli

No tengo muchos recuerdos nítidos de la infancia. Cada tanto pasa que cierta imagen o sonido logra abrir alguna fosa profunda de mi memoria y destapa acontecimientos o situaciones de la niñez que creía perdidos. Pero no es lo más habitual.

Sin embargo, hay una excepción a la regla: tengo muy presente las tardes en las que, a lo lejos, comenzábamos a ver el humo surcando el cielo, y sentir el sonido del motor –de un inmenso motor- haciendo temblar el suelo. Un bocinazo estruendoso confirmaba lo que ya sabíamos: el tren llegaba al pueblo.

Todos los pibes y pibas del barrio empezábamos a correr para llegar cerca de las vías, y saludar al maquinista, que la mayor parte de las veces se sumaba a la alegría colectiva y volvía a hacer tronar la bocina de la locomotora. Sentíamos un júbilo irracional cada vez que llegaba al tren. Sospecho que ninguno de esos pibes y pibas sabíamos bien el por qué de esa alegría, pero creo que algo intuíamos.

Con el tiempo, la intuición se transformó en certeza: entendí (entendimos) que la algarabía no se debía sólo a la llegada de un transporte, sino que lo que celebrábamos en realidad era un hecho fundamental y fundacional en la construcción de nuestra identidad colectiva: el tren.

Crecí en el sudeste de la provincia de La Pampa, y hace más de 15 años que habito suelo bonaerense. La mayor parte de los pueblos del interior de ambas provincias son estructuralmente parecidos: una plaza central, rodeada por una iglesia católica, la municipalidad, la escuela y el banco, o alguna institución similar. Y,  muy cerca de ahí, la estación de tren: siempre de estilo inglés, y, según el caso, reconvertida en museo, centro cultural o dependencia municipal. O, lamentablemente también, en el más absoluto abandono.

Todos esos pueblos crecieron a la vera de las vías del tren: posibilitó la comunicación y el flujo de personas con otros pueblos y con las grandes ciudades, mejoró el comercio y propició la apertura de nuevos destinos turísticos. El tendido de rieles supuso el desarrollo y apogeo de muchas poblaciones; la posterior suspensión y desaparición del servicio implicó en la mayor parte de los casos una migración masiva, y en algunos casos más extremos, la extinción misma de esos poblados.

El desguace del sistema ferroviario tuvo su punto más álgido durante el menemato: Trenes Argentinos no fue ajeno a la desinversión estatal y, al igual que la mayor parte de las empresas públicas, fue o bien concesionada a capitales privados, o bien desmantelada.

Durante las presidencias de Cristina Fernández se mostraron algunos signos de recuperación con el restablecimiento de varios servicios tanto dentro de la provincia de Buenos Aires como del resto del país, la inauguración de nuevas estaciones y, fundamentalmente, una nueva flota de locomotoras y vagones que mejoraron sustancialmente el tiempo y la calidad del viaje en cuanto a la comodidad de los pasajeros.

No obstante, el sueño duró poco: la gestión de Mauricio Macri no puso énfasis en el mejoramiento de los trenes, y se sumaron además conflictos de intereses con empresas de transporte privado, tanto de pasajeros como de cereales, animales y mercancías en general. Alberto Fernández –pandemia de por medio- tampoco tuvo como prioridad la inversión en  infraestructura ferroviaria.

El breve –brevísimo- resumen anterior, da pie a la situación actual: el libertarismo –en sintonía con todas sus promesas de campaña- continuó y continúa sus achaques contra el ya débil sistema de Trenes Argentinos. Apañado por el decreto que declara la Emergencia Ferroviaria durante dos años, oficializado en junio del 2024, el gobierno nacional cerró estaciones, suspendió servicios y despidió a cientos de trabajadores.

La Libertad efectivamente avanzó sobre los trenes, y en lo que va del año ya son 12 los servicios que dejaron de transitar por las vías del territorio nacional. Algunos de esos son: el que unía Palmira (Mendoza) con la ciudad de Buenos Aires, el servicio entre las ciudades de La Banda y  Fernández en Santiago del Estero, y el que circulaba entre Rosario y Cañada de Gómez en Santa Fe.

La única luz que emerge en toda esta turbulencia parece emanar desde el gobierno provincial: Martín Marinucci, a cargo del Ministerio de Transporte de la provincia de Buenos Aires, se reunió el pasado mes de julio con integrantes de la Asociación Latinoamericana de Ferrocarriles (ALAF) con el objetivo de diseñar y poner en marcha un Plan Estratégico Ferroviario.

Dicha asociación tiene presencia en varios países, entre los que se cuentan Brasil y España, y buscará junto al gobierno provincial fomentar el arraigo y mejorar la conectividad de las distintas localidades, principalmente de aquellas con mayor densidad poblacional, que poseen un parque industrial o instalaciones portuarias.

Sin embargo, más allá de las reuniones, lo cierto es que aún no se han implementado medidas concretas. De hecho, el golpe más duro para quienes habitamos el sur bonaerense llegó hace apenas unos días, promediando el mes de octubre: se confirmó la suspensión definitiva del tren que unía a la Estación Constitución con Bahía Blanca. Esto deja sin conexión ferroviaria a la ciudad austral más importante de Buenos Aires y, peor aún, un saldo de 17 empleados despedidos.

Este tren en particular había descarrilado en marzo del 2022, y un año después, apenas restablecido, nuevamente sufrió un descarrilamiento. Es decir que ya lleva más de dos años sin circular. En el medio, estaciones como Olavarría, Pigüé, Saavedra y Tornquist quedaron sin el único medio sobre rieles que las conectaba al resto de las estaciones. Este mismo ramal era el que circulaba por Sierra de la Ventana, pero esta localidad no ve frenar en sus andenes vagones de pasajeros desde el año 2015 (el tren de cargas sigue circulando).

En agosto de 1983, Luis Alberto Spinetta presentaba Mondo Di Cromo, su sexto álbum solista. Dentro de la lista de canciones que componen este disco, se encuentra “Yo quiero ver un tren”, ocupando el track número 2. Si bien la poesía spineteana no puede interpretarse de forma lineal y cerrada, puede arriesgarse que la canción habla de un futuro post-apocalíptico en donde, como símbolo de un pasado aparentemente mejor- el o la protagonista quiere ver un tren.

La versión más popular de la canción es la que fue grabada para los famosos MTV Unplugged, junto a los Socios del Desierto, quizás su última gran banda. Lo curioso es que hace pocos días la cadena MTV anunció, después de 44 años, su cierre definitivo. Si bien hace al menos una década que sus contenidos principales ya no pasaban por la escena musical, y estaban más bien orientados a los reality shows, no deja de ser una bofetada directa a la nostalgia de quienes crecieron en los ´80 y los ´90.

Temo, a veces, que a nuestro sistema ferroviario le suceda lo mismo: que después de tantas travesías, no queden más que algunos recuerdos sueltos, y tengamos que aferrarnos a la nostalgia para relatar aquello que fue, y que ya no será. Porque, como cantaba Luis Alberto, yo también quiero ver un tren. O, mejor aún, quiero volver a ver un tren… llegando a mi pueblo. A todos los pueblos.

Visited 31 times, 3 visit(s) today
Close Search Window
Cerrar