Agarré la compu, me senté en el sillón y googleé “Censo 2022”. Empecé a responder completando mis datos, hasta que una pregunta me descolocó: ¿Quién es el/la jefe/a de hogar? No recuerdo bien si era exactamente así, pero sí la sensación de no saber qué responder.
La explicación entre paréntesis decía que “es la persona considerada como tal por los demás miembros del hogar”. Más allá de que poco sé de cómo leer estadísticas (y la intriga que da cómo van a medir algo tan subjetivo), me puse a pensar en varias cosas.
Primero que evidentemente la perspectiva cambió, porque mi primera asociación, antes de leer la aclaración, fue: jefe/a de hogar = la persona que mayor sueldo gana. Lo cual desde los feminismos mucho tenemos para decir: desigualdad, “techo de cristal”, invisibilización de las tareas domésticas y de cuidado, cupo laboral trans, violencia económica y así podría seguir y seguir…
Pero luego leyendo la aclaración, pensé en que quien es considerada la persona que “organiza” el hogar usualmente es una mujer. No sólo por las tareas de cuidado sino por la logística de las rutinas diarias, de las compras, de la vida.
Y después, porque si hay algo que me gusta hacer es cuestionarme hasta lo que pienso, pensé desde mi lado más optimista, en que hay hogares diversos. Hogares formados por amigues, personas solas, parejas, con o sin niñeces, hermanes, primes, y muchas combinaciones más que también construyen otros tipos de vínculos donde no necesariamente tiene que haber une «jefe».
Pensarnos quizás de manera más cooperativa no solo por la distribución de las tareas, sino para corrernos de la institución “familia” así tal como la conocemos, es un lugar al que me gusta mirar. En el mundo cooperativo por el que me gusta luchar:
-no hay ni jefes ni jefas de hogar-
Ilustración: @cheiliis