OV entrevistó a las autoras de Exuvia (Editoras del agua, 2021), Victoria Cafferata y Mariana Sorgentini, sobre este libro de fotografía, poesía y danza de reciente edición.

¿Cómo surge el proyecto Exuvia?

Exuvia nace en plena pandemia, desde la espontaneidad del encuentro entre nosotras, poniendo en común pequeños descubrimientos cotidianos a través de la fotografía. En los primeros tiempos del aislamiento, salir a caminar era
prácticamente la única actividad fuera del ámbito doméstico que no implicaba un riesgo. En esas caminatas en solitario fuimos observando la ciudad “en otro tiempo”, saliéndonos de alguna manera de los automatismos de las rutinas y de los tiempos productivos de la llamada “normalidad”. Nos fuimos compartiendo las fotos que cada
una tenía y luego comenzamos a hacer caminatas juntas, atraídas por las formas ocultas del paisaje conocido que nos empezaba a mostrar un costado enigmático.

Nos gustaba mucho la idea de crear imágenes a partir de hacer foco en un detalle, en fragmentos que borraran las marcas de origen, hasta llegar a perder la noción de su contexto. Esos encuadres, al descontextualizarse, nos permitían crear nuevos paisajes, nuevos significados para esas imágenes y, más tarde, nuevas pieles para
nuestros cuerpos.

Cuando reunimos todas esas fotos en Casa Raíz comenzamos a proyectarlas sobre una de las paredes de la sala y, de forma totalmente espontánea, las fuimos interviniendo con nuestros cuerpos. Lo lindo de esta experiencia fue que no hubo una planificación previa, y eso nos permitió explorar libremente las posibilidades que se iban presentando. En esa primera proyección, en octubre del 2020, hicimos alrededor de 200 fotos llegando a un total de 600 en otras dos sesiones posteriores.

Luego incorporamos la poesía, buscando que fueran textos que complementaran las imágenes pero que, al mismo tiempo, no las sobrecargaran. Para la edición del libro tejimos redes con dos amigas artistas visuales que, a partir de esta experiencia, crearon de forma autogestiva el proyecto editorial Editoras del agua.

¿La pandemia hizo posible pensar los cuerpos y el contacto?

Totalmente. En cierto sentido, este proyecto es el resultado de los procesos subjetivos que fuimos transitando a partir de las restricciones y los cambios profundos a nivel social que trajo la pandemia. La imposibilidad del contacto, las limitaciones para los encuentros con las personas queridas, la distancia corporal como nueva forma de vincularse, sin dudas fueron disparadores, algo que nos movió a traducir ese impacto emocional en energía creativa, para de alguna forma torcer ese destino apocalíptico.

Luego de ver las primeras fotos que habíamos hecho, apareció el concepto mudar de piel y eso nos llevó a reflexionar sobre la constante transformación de nuestra manera de habitar(nos), de estar en el cuerpo. Las múltiples posibilidades de ser otras. Allí apareció la analogía con el cambio de piel de algunos animales, como las serpientes o las cigarras, que periódicamente cambian sus pieles por completo, dejando un exoesqueleto de la piel anterior. Eso es la exuvia. Así llegamos a ese concepto y nos pareció que graficaba el proceso que veníamos haciendo con la
intervención de las fotografías.

¿Qué significa la fotografía en este libro?

La fotografía fue nuestra vía de acceso a transitar esta aventura, a pesar de que ninguna de las dos viene de ese mundo específico ¿Cómo y qué vemos de este mundo? ¿Qué nos llama la atención? Creemos que la mirada cambia como las pieles que nos cubren. El primer impulso fue hacer fotos de esta nueva cotidianeidad, y luego sumamos fotografías que cada una tenía de viajes que habíamos hecho. La particularidad de las imágenes que fuimos recolectando es que no revelan ningún paisaje definido. Nos gustaba esa idea de que pudieran ser todos los lugares y ninguno a la vez. También incluimos imágenes de obras visuales de Victoria, como también textos de Mariana. Nos pareció interesante ese contraste, salirnos un poco de lo tangible, del mundo de la naturaleza para trasladarnos a un
lenguaje más abstracto, más poético.

Ambas compartimos la “piel sociológica”: recorrimos hace muchos años la carrera sin abandonar la posibilidad de hacer una sociología que nos identifique, que pueda cruzar otras pieles que también nos habitan: las pieles de la danza, la pintura, las pieles de las artes escénicas y la escritura. Nos quedamos pensando en que tal vez el cruce entre la sociología y el arte es una hermosa excusa para que “el ojo” construido en este tiempo nos permita ampliar la mirada detrás de la cámara. El feminismo también es una de esas otras pieles que nos acompaña, nos acurruca y nos muestra -a veces descarnadamente- nuestra identidad: nos dimos permiso a explorar, a “meter mano en la masa” con todos esos saberes, deseos y subjetividades que afloraron en las imágenes. Nos sorprendimos felizmente en el trayecto, en esta primera parada que resultó ser un libro de fotografía, poesía y danza.