El lunes 29 de marzo Ernesto Peirone ingresó a una simple operación programada en el hospital de Puerto San Julián, que horas más tarde, provocaría su fallecimiento.

“Hubo muchas irregularidades que nos siembran dudas, no nos cierran las cosas que nos fueron diciendo”, relató su hija Ailin Peirone.

Su padre ingresó a quirófano luego de realizarse los prequirúrgicos correspondientes a una cirugía que prácticamente era ambulatoria y como le habían dicho “muy simple”. A las 14 hs aproximadamente el hospital le notifica telefónicamente a Ailin Peirone, que su padre ya había salido de la operación, que se encontraba estable y que podía visitarlo unos minutos a las 16 hs. (por protocolos COVID). Cuando su hija se dirige al hospital le dan respuestas confusas de por qué no podía ver a su padre, le dicen que tenía que ser paciente, que se tenía que retirar del lugar por medidas de bioseguridad y que ya la iban a notificar.

Dos horas más tarde, se entera por el propio hospital, que lo habían operado nuevamente y de urgencia producto de una hemorragia muy importante por dificultades con una de las suturas.

En esta segunda oportunidad, le avisan que de manera urgente tiene que dirigirse al hospital porque su padre sería derivado en ambulancia a Caleta Olivia y que debía hacerlo junto a algún familiar. Le dan explicaciones contradictorias respecto al estado actual de Ernesto y le manifiestan que no se explican lo que había pasado.
El cirujano informó que hubo problemas en una de las suturas pero que ya había sido solucionado, que estaba estable, que sólo le faltaba más sangre (razón por la cual se decidía la derivación hacia Caleta Olivia) y que en 48 hs regresaría a San Julián. Agregó que ese hospital no tenía banco de sangre, que no sabían el factor sanguíneo de Ernesto al momento de tener que hacer la transfusión, que para poder concretar esta acción, en ese momento le hicieron el análisis para conocer el factor sanguíneo y que “por suerte -dijo el cirujano- tenían disponible sangre compatible (no la de su tipo) para salvarle la vida en el momento”.

El cirujano también explicó que era inusual la situación, que tendría que hacer una investigación interna para saber qué pasó y que podría haber sido consecuencia de una mala maniobra del personal al trasladarlo desde el quirófano. Además, aseguró que durante la primera cirugía “todo resultó muy bien, que allí no hubo problema alguno, y que intervino un equipo integrado por otro cirujano, un anestesista y otros auxiliares de la salud”.

Por el contrario, otros médicos en el lugar y en el mismo momento, decían que estaba grave. Uno de ellos aseguró que en el hospital es usual que en todas las cirugías programadas la sangre se tenga disponible por precaución, y que al tratarse de una especialidad que desconocía no podía opinar si se trataba de una operación simple o no, y tampoco sobre las posibles razones de las complicaciones en las que derivó. Estos médicos que intervinieron en los intentos de estabilizar a Ernesto, coincidieron que no se conocía el tipo de sangre del paciente al momento de requerir transfusión.

En el transcurso del viaje y al llegar, la familia no tuvo noticias de por qué la ambulancia paró dos veces en la ruta y cuál había sido la situación del paciente durante las cuatro horas de viaje hasta llegar a la Clínica Cruz del Sur de Caleta Oliva. En esta Clínica, el médico que lo recibió informó a la familia que el parte médico elaborado en el hospital Miguel Lombardich de Puerto San Julián distaba mucho del cuadro de gravedad con el que recibieron a Ernesto, que la información otorgada no coincidía con lo que ellos acababan de evaluar. Ya en ese momento el médico alertó de la gravísima situación que atravesaba Ernesto y del posible desenlace fatal que podría desencadenarse en las horas siguientes, así como del trabajo al que se abocarían para, en un principio estabilizarlo, y luego, intentar realizar una posible nueva cirugía.

Habían pasado menos de 12 horas en la Clínica, cuando Ernesto termina falleciendo y su hija Ailin junto a su madre, Paola Valdemarin, se dirigieron inmediatamente a hacer la denuncia penal correspondiente para que los sucesos se esclarezcan.

Estado ausente

Ailin expresa que le surgen un montón de preguntas: “La verdad, yo no soy médica, entonces necesitaría que alguien me explique ¿por qué el cirujano no se comunicó después para decirme algo sobre lo que pasó? ¿Cómo puede ser que no hayan sido precisos cuando informaron en qué estado se encontraba mi papá cuando fui a verlo a las 16 hs y tampoco a las 18 hs? ¿Cómo puede ser que hayan sido tan dispares y hasta contradictorias las informaciones sobre el estado de salud de mi padre, en San Julián y en Caleta Olivia?

¿Cuánta sangre tuvo que perder para que pase lo que pasó y cuánto tiempo tuvo que pasar en la post cirugía para perder la cantidad de sangre que perdió y que desencadenó en su muerte? ¿Cómo puede ser que te hagan viajar 4 horas por las rutas del sur ante semejante urgencia? ¿Cómo puede ser que además, después del fallecimiento de mi papá, tuve que viajar 8 horas para buscar su cuerpo a Puerto Deseado (lugar donde se realizó la autopsia) en las condiciones en las que yo estaba en ese momento?

¿Cómo es posible que conociendo las grandes distancias geográficas con los centros urbanos provinciales que cuentan con nosocomios de mayor complejidad y conociendo las características climáticas duras del sur que también complican los viajes (y mucho) en épocas invernales, no estén previstas mejores condiciones sanitarias para salvar la vida de las personas que viven en localidades pequeñas como San Julián?”

Ante tantas dudas, manifestó Ailin: “mandamos una nota a la Directora del Hospital de San Julián para pedir una reunión con todas las personas que estuvieron en la cirugía, en el post operatorio y en el traslado. La respuesta fue un pedido de disculpas telefónico, una descripción de lo mal que se encuentra el personal de salud del hospital por lo sucedido y la imposibilidad de concretar la reunión con todo el personal que intervino, para garantizar los protocolos frente al Covid”.

“Lo que sé, y esto no es ninguna pregunta porque yo lo viví, es que hay un montón de situaciones que implicaron violencia que no voy a tolerar ni silenciar hacia mi papá y hacia nosotros sus hijxs. Es difícil vivir así cuando desde una de las instituciones dedicadas al cuidado, se manejan con ese tipo de desprolijidades e impunidad”.
La muerte de Ernesto Hugo Peirone se suma a un largo historial de relatos de vecines sobre negligencias médicas en el hospital de Puerto San Julián. En este sentido, les hijes de Ernesto se suman al pedido para transformar la situación sanitaria del lugar y que la muerte de su padre tenga algún sentido para que no exista ninguna muerte injusta más.

En esta situación se observó la falta de especialistas, de terapia intensiva, de un banco de sangre, de un avión sanitario, la sumatoria de historias clínicas relatadas en forma imprecisa, confusa y hasta contradictoria o directamente la inexistencia de informes médicos; a esto se suma la falta de insumos necesarios para hacer frente a este tipo urgencia frente a una intervención quirúrgica programada, todo esto expone a la muerte a quienes tengan que recurrir por alguna necesidad a la atención médica y arroja a los familiares a la violencia hospitalaria.

“La vida no puede depender de tener o no los recursos para tratarte en otro lado o como nos dijeron, de una cuestión de suerte. La salud es un derecho y también la información sobre el curso de la atención en el sistema sanitario” manifestó Ailin y agregó : “Nosotros no buscamos culpables para odiarlos, queremos saber qué pasó y que algo de todo esto sirva para poder cambiar las cosas y habitar un San Julián que nos haga bien, que les haga bien a todas las personas , con un Estado presente y haciendo su trabajo”.

La hija de Ernesto enfatiza: “Quiero que quede claro que la denuncia que hicimos no va contra todo el hospital, sé que hay profesionales de la salud que hacen bien su trabajo, pero que muchas veces no se garantizan las condiciones para que se puedan llevar a cabo los procedimientos de manera correcta. Y en estos casos, también ellos lo sufren.
Espero que quienes estuvieron presentes mientras mi papá estuvo en el hospital y en la clínica, puedan aportar datos precisos y veraces ante la justicia, para que nosotrxs podamos encontrar las respuestas que necesitamos. También quiero agradecer a los profesionales de la salud que sí intervinieron bien tratando de salvar la vida a mi papá, y al Fiscal que tomó la denuncia, por actuar con celeridad y hacer de manera correcta su trabajo”.

Sobre Ernesto

Ernesto arribó a Puerto San Julián hace 26 años para desempeñarse en la docencia. Unos meses atrás de su muerte se había jubilado. Él estuvo mucho tiempo esperando ese momento para poder viajar, recorrer lugares y volver a vivir a Córdoba donde ya estaba proyectando realizar una casa.

Les hijes, quienes viven en Villa María (Córdoba), comentan que su casa ya estaba totalmente desarmada, tenía todo arriba de su vehículo para emprender viaje en poco tiempo. También relatan que era un hombre que caminaba todos los días, hacía yoga, nadaba, pescaba y comía sano. “Nos sorprendían sus ganas y energía para hacer cosas”, mencionaron.

Su hija Ailin se encontraba en Puerto San Julián en ese momento, de rodaje de un documental, que habla también de la falta de respuestas del estado y que pide justicia por Zulma Malvar, víctima de femicidio en Puerto San Julián que a 20 meses no se sabe qué pasó y su femicida se encuentra libre. Comentó: “Es loco pensar que desde que llegué nos cuidabamos con todas las medidas de precaución por el COVID y él me decía `hija no te preocupes que yo soy fuerte, si me lo agarro no pasa nada´. Me hubiera gustado escucharlo y haberlo podido abrazar más”.
“A partir de nuestra desgracia, nos ha llegado un montón de denuncias sociales de cuestiones que han pasado y que han quedado en la nada, algo así como que reina la impunidad. Todo habitante tiene que poder atenderse en paz y tranquilo, y confiar en el Estado que nos tiene que cuidar, pero esto parece no pasar acá”, finalizó Ailin Peirone. ‌