El presidente Javier Milei está intentando tapar la inflación y la desidia de su gobierno con los ataques constantes a la artista argentina Lali Espósito, no solo por las redes sociales como X o Instagram, si no también en los programas de televisión que militan su gestión de gobierno.

Cuando la fuerza política de Javier Milei, La Libertad Avanza, se impuso en las votaciones primarias, Lali público en su cuenta de X “Qué peligroso. Qué triste”. Desde ese momento, cuando la fuerza política de Javier Milei, el entonces candidato a presidente y todo su ejército tanto de trolls como de militantes, comenzaron a faltarle el respeto sin cesar a la artista.

Los primeros ataques hacia Lali tuvieron que ver con su participación en eventos nacionales o provinciales, financiados por las distintas provincias de nuestro país. Estos eventos suelen realizarse a lo largo y ancho del país donde gobiernan distintas fuerzas políticas, porque tienen que ver con la identidad cultural de cada lugar, y con la democratización de la cultura, en donde lxs ciudadanxs pueden disfrutar muchas veces de shows que de otra manera no podrían hacerlo.

Más allá del origen de esta disputa, los ataques hacia la artista solo supieron escalar.. Lali tuvo que defenderse de estos múltiples agravios, tanto del ya ahora Presidente como de sus militantes, pero esto no tiene que ver con una cuestión musical o cultural, sino que lo que está haciendo Milei con Lali es completamente una persecución política.

Javier Milei habla en X, escribe difamaciones, habla en televisión, le pone apodos en público…un sin fin de violencias que el presidente ejerce sobre la artista no es solo injusta sino que es institucional, es desproporcionada, y está utilizando el aparato del Estado para injuriar y perseguir una artista popular de nuestro país.

Mientras tanto el sueldo alcanza menos, los precios se duplican cada mes aunque digan lo contrario, el colectivo aumenta, los servicios aumentan, no sabemos si comienzan las clases, no quieren abrir la paritaria nacional docente…pero, aún así y en este contexto, el presidente se levanta un jueves 15 de febrero y acusa a Lali de hacer playback.

Habría mil cosas para decir sobre los recitales y eventos culturales que financian las provincias, el trabajo local que generan, hospedajes, transporte, alimentos, bebidas, productores locales, todo el movimiento genera ingresos para residentes y productores de las provincias…pero si así no lo hiciera, la persecución es injustificada, y la obsesión lleva al presidente a un posición que instaura una era en la que el acoso y el fascismo son legitimados por el Estado nacional.

Y esta discusión no sólo es ideológica, también es económica. El presidente y sus seguidores aseguran que lo que se “ahorra” el Estado al no contratar artistas para sus festivales se podría traducir en inversión directa para las provincias. ¿Qué inversión? Si el presidente cortó toda la obra pública nacional, desfinanció la ciencia, la educación, no enviaron insumos y comida a los comedores, dejaron de entregar medicamentos a personas con patologías crónicas e intentaron desfinanciar el Garrahan, hospital pediátrico que recibe a niñeces de todo el país.

La asimetría de poder entre una cantante y el presidente de La Nación es más que evidente y los medios que se indignaban por los modos de los anteriores presidentes, ahora no se escandalizan ante esta persecución. Lali, por más que es un artista reconocida a nivel mundial, no deja de ser una ciudadana que debería tener la libertad de opinar y expresarse. Aunque los ataques no cesen, Lali tiene un público que la quiere, la sigue y resiste, sobre el papel del presidente lo único que se puede decir es:

Qué peligroso, qué triste.

Ilustración: @cheiliis