No hay feminismo, marcha, organización, asamblea, encuentro o libro que alcance para describir la sensación en el cuerpo que se siente cuando te sentís vulnerada, vulnerable, violentada, amenazada incluso dentro de tu propia casa.

“A mi me pasó el otro día” me dice una amiga. “Vino un tipo a arreglarme la heladera y cuando le pregunté cómo le puedo pagar me dice: en efectivo, por transferencia o una cena conmigo”. No sólo sabía dónde vivía, sino que sabía que vivía sola y encima se estaba llevando una parte de heladera, por ende tenía que volver. No solo el miedo de que vuelva, sino de saber que cada instancia a solas con un señor puede llevarnos a vivir una situación incómoda, incluso en nuestra propia casa.

Siguiendo con este tema, otra amiga se muda en unos días y el señor, amigo de su papá, que le hizo las mudanzas anteriores no está en la ciudad y nos pidió si teníamos a algún flete conocido porque claro “tengo miedo de recibir sola a un tipo, que se meta en mi casa, sepa donde vivo, sepa donde me voy a mudar y cómo es mi casa”.

Y pienso que es difícil vivir así, qué complicado tener que estar todo el tiempo pensando en nuestra seguridad. Cuando necesitás algo no solo tenés que estar preocupada por lo que se rompió o porque el servicio sea bueno, sino también porque ese servicio no incluya un momento feo, incómodo o violento. 

Porque así vivimos, atajándonos constantemente por las cosas que sabemos que nos pueden llegar a pasar y no vamos a poder controlar. Y de ahí también surgen las redes, en un caso preguntarle a otras amigas si tienen a alguien que sea más o menos de confianza, y en la otra situación pedir a una vecina u otra amiga si puede estar en la casa en el momento en que el señor traiga lo que se llevó para arreglar porque después del momento incómodo te sentís insegura estando con ese señor dentro de tu casa.

¿Qué vida es esta en la que tenemos que ir haciendo malabares para no ser acosadas o de mínima incomodadas? Es la vida que vivimos todos los días y para la que nos educaron. Por suerte de todo esto lo único bueno que podemos sacar es que como siempre las amigas siempre están para crear redes, para hacernos la vida menos incómoda, para contrarrestar todo lo otro, las amigas están para construir desde la bosta y que de eso encima salgan cosas maravillosas. Estamos cansadas de cuidarnos tanto, pero igual seguimos porque segundo está el mundo:

-primero las amigas- 

 

Ilustración: @cheiilis