Tantas veces me mataron
Tantas veces me morí
Sin embargo estoy aquí resucitando

¿Cómo es morir o desaparecer dos veces? ¿Qué significa que te busquen silenciar una vez más? Muchas veces, a las historias que nos atraviesan como sociedad, las sentimos ancladas en un pasado que nos es lejano, o incluso ajeno. Las historias tanto de Jorge Julio López como de Silvia Suppo, nos hablan de una deleznable continuidad histórica de un horror que vuelve una y otra vez. Y son una razón más para exigir verdad, memoria y justicia.

Silvia Suppo: la incansable luchadora

A un año del golpe, ya era marzo de 1977, Silvia tenía 17 años cuando fue secuestrada junto a su hermano, Rogelio, y un amigo, Jorge Destéfani, quien luego sería su esposo. En enero de ese mismo año, los grupos policiales habían secuestrado a Reinaldo Hattemer (su pareja de aquel momento), en las afueras de una parroquia, el día del casamiento de su hermano. El secuestro fue presenciado por Silvia. Tras ser detenida, Suppo permaneció en cautiverio en la Comisaría Cuarta de Santa Fe y en el centro clandestino de detención «La Casita» (de la menos aniñada Guardia de Infantería Reforzada).

Su participación como sobreviviente y testigo da cuenta de una serie hechos perpretrados por la dictadura, que analizados desde una mirada feminista, muestra la extrema violencia patriarcal y hacia las mujeres que ejercian los genocidas. Silvia, en el juicio, cuenta que fue violada en diversas ocasiones y que quedó embarazada. Luego, contra su voluntad (como todo lo que sucedía en cautiverio), se le practicó un aborto a cargo de la entonces carcelera policial María Eva Aebi.

El testimonio de Silvia en uno de los juicios contra represores en 2009, fue de suma importancia para que se condenara al ex juez federal Víctor Brusa, a 21 años de prisión por los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, vejaciones, apremios ilegales, coacción y tormentos ocurridos tras su secuestro y reclusión en el campo clandestino de concentración conocido como La Casita, cerca de Santo Tomé. En su declaración también identificó a Mario Facino como jefe de la comisaría donde estuvo secuestrada, y a Juan Perizotti como cabecilla de la Guardia de Infantería Reforzada.

A raíz de esto y del detallado testimonio de violaciones y torturas, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe condenó a 23 años de prisión a Héctor Colombini y Eduardo Ramos, jefe de la Dirección de Drogas Peligrosas y policía respectivamente; dispuso 22 años para Perizotti, 21 a Brusa, 20 a Mario Fascino, ex jefe del Comando Radioeléctrico de Santa fe y de la comisaría cuarta; y 19 años a la carcelera María Eva Aebi.
Además de la actividad en su propia causa, Silvia impulsaba una nueva como querellante y testigo de la causa por la desaparición de Reinaldo Hattemer, su pareja en aquel fatídico ‘77. Reinaldo continúa desaparecido y Suppo era la única que llevaba los detalles de dicha causa.

Jorge Julio López: el dos veces desaparecido

Meses después del golpe, el 27 de octubre del año 1976, Jorge Julio López, obrero y militante peronista, fue secuestrado por primera vez por las fuerzas represivas de la última dictadura militar, confinado y torturado durante varios años en distintos centros clandestinos de detención, como el Pozo de Arana y las comisarías 5ta, 8ta y 9na de la ciudad de La Plata (lo que se conoció como el Circuito Camps). En 1977 fue uno de los secuestrados “blanqueados” por las fuerzas represivas pero tuvo que esperar hasta 1979 para ser liberado.

Por ese entonces, el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz se desempeñaba como Director de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, y era responsable de más de 20 centros clandestinos de detención de la región. Etchecolatz era la mano derecha de Ramón Camps, quien primero fuera el jefe de la policía de Buenos Aires y a partir de 1977 el jefe de la policía federal.

Encaminado ya el proceso democrático en nuestro país, López se presentó como testigo en los Juicios por la Verdad iniciados en el año 1998, pero dado que regían las leyes de obediencia debida y punto final, que solo tenían por objetivo reconstruir la verdad de lo sucedido, no hubo consecuencias penales. Pero luego, con la reapertura del juzgamiento a los genocidas, López volvió a testimoniar en el año 2006, realizando una declaración que fue clave en la condena a prisión perpetua del represor Miguel Etchecolatz.

Hasta el día de hoy, la causa “López, Jorge Julio, s/ desaparición forzada de personas” no tiene ni un imputado. Tampoco nunca se investigó quiénes visitaban a Etchecolatz en la cárcel ni a otras personas a las que nombra Lopez en su testimonio, según señala Miguel Graziano, autor del libro “En el cielo nos vemos”, que recorre la vida de Julio Lopez (https://rnma.org.ar/2020/09/19/la-desaparicion-de-jorge-julio-lopez-fue-planeada/)

La ausencia como un fantasma que retorna

Tanto Jorge Julio López como Silvia Suppo fueron secuestradxs durante la última dictadura militar, cívico, eclesiástica de Argentina, que comenzó en 1976 y “terminó” en 1983, con la vuelta de la democracia. Pero la realidad es que hasta el día de hoy seguimos reconstruyendo cada una de las historias, luchando por las pérdidas y buscando a cada unx de lxs desaparecidxs, a los hijxs y nietxs apropiadxs.

Silvia y Jorge Julio sobrevivieron a sus encarcelamiento y se constituyeron como testigos clave cuando empezaron los juicios a los militares implicados en la desaparición forzada de personas, los juicios por delitos de lesa humanidad que comenzaron luego de un fuerte proceso de lucha dado por las organizaciones de Memoria, Verdad y Justicia y la adopción de un discurso gubernamental que se dispuso a juzgar el terrorismo de Estado.

Esto no alcanzó para Silvia Suppo y Julio López, no alcanzó la seguridad, no alcanzó la reivindicación de sus discursos, no alcanzó la protección, no alcanzó la justicia. Desde la mañana del 18 de septiembre de 2006, en La Plata (el día que debía presentarse a dar sus alegatos contra Miguel Etchecotz) Jorge Julio López se encuentra desaparecido. Poco tiempo después, el 29 de marzo de 2010 Silvia Suppo fue asesinada a puñaladas en Rafaela, Santa Fe (con una hipótesis de robo que flaqueó desde el minuto cero), habiendo ya declarado en el juicio de la causa Brusa y siendo testigo clave en la Megacausa Rafaela.

Retomar sus palabras, retomar sus preguntas

¿Qué sucede con las fuerzas de seguridad luego de desarticulado el entramado militar gobernante? ¿Cómo se da protección a testigos clave? En el documental “Silvia”, disponible en Youtube, hay un momento en el cual ella está declarando y le preguntan “¿Tenés algún interés en esta causa?”, “de justicia” responde. ¿Qué ocurre cuando se dan los procesos de recomposición social y jurídicos en la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia? ¿Qué otros entramados y resabios del golpe no estamos mirando?

Poner en palabras lo sucedido en los centros clandestinos de detención es un morir y un resucitar nuevo de esta historia que se mantiene abierta y latente. Sin ir más lejos, va de la mano con la lucha política por el número de los 30 mil, disputa que no tiene que ver específicamente con un número, sino que tiene que ver con la clandestinidad, con la forma que adoptó el terrorismo de Estado y la violencia subterránea.

Una forma de contraponerse a todos los discursos negacionistas es hablar y tanto Silvia Suppo como Jorge Julio López lo sabían y actuaron en función de ello. Por eso cada 24 de marzo es especial. Aún quedan historias por esclarecer, delitos de lesa humanidad por juzgar, genocidas por condenar, hijxs y nietxs que recuperar. El golpe implicó, a través de un proyecto de tortura y muerte, imponer un sistema económico que aún estructura nuestra sociedad.

La desaparición de Jorge Julio López y el asesinato de Silvia Suppo nos hablan de que cantar al sol como la cigarra lo vivido, desgarra el olvido haciéndose presente la memoria activa. Memoria activa que significa gritar NUNCA MÁS, y seguir luchando por lxs 30.400 compañerxs detenidxs-desaparecidxs, en dictadura y en democracia, para seguir como pueblo una y otra vez, resucitando.