Todavía la calle, todavía la noche, todavía el miedo. Circuló un video de unas españolas sentadas en la calle en donde dos varones se les acercaban y se quedaban a una distancia cercana sin abordarlas físicamente pero mirándolas, mirándolas fijo, sin hacer nada más que incomodar con la mirada y la chica se ríe nerviosa. Empieza a grabar con el celular y ellos ahí parados, mirándolas, sin irse aunque les decían que se vayan, sin dejar de mirarlas aunque les decían que paren, que no era gracioso que las incomodaban, ahí seguían tirando sus risitas cómplices de varón que no es la primera vez que lo hace, de varón que sabe que por miedo, una no reacciona.

¿Los comentarios del video? “Qué han hecho de malo si no las tocaron”, “no querían hacerles nada sino les hubieran hecho y listo”, pero llegó un comentario iluminador, “solo una chica sabe lo que es la mirada invalidante de un varón en plena calle que sabe que no podés hacer nada”. 

Sin ir más lejos hace no mucho estábamos esperando el colectivo cuatro amigas y yo, cinco pibas juntas en la parada, de noche, ni siquiera de madrugada, en pleno centro de la ciudad, riéndonos y puteando al bondi, al taxi y a todo vehículo que no se asomaba por la esquina. Pasó un tipo, uno solo que nos miró, fijo, muy fijo y ahí la risa se fue, éramos cinco y no había forma de que nos sintamos más seguras que uno solo, esa mirada la conocemos, es la misma que la del video, es la que te paraliza. 

La calle sigue siendo para nosotras una trampa, una boca de patriarcado, salir a pedir ni una menos, seguir luchando por no sentir el cuerpo paralizado cuando es de noche y un chabón te mira cerca, porque el miedo de no volver sigue vigente. 

Por eso es necesario volver a salir juntas, por eso seguimos organizadas, por eso patear cada rincón de nuestras ciudades es importante para sobrevivir, seguimos estando, nos tenemos, aunque a veces parece insuficiente y la violencia nos gane por cansancio. A lo largo de este camino en conjunto, aunque a veces parezca una carrera solista, sabemos que no se puede matar lo florecido, porque

-ya echamos raíces feministas- 

Ilustración @cheiliis