La fotógrafa Adriana Lestido emprende un viaje a la Antártida en búsqueda del blanco absoluto. El destino: Bahía Esperanza. Los imponderables del clima y varios percances logísticos la hicieron desembarcar -paradoja mediante- en Isla Decepción. Lejos de la expectativa inicial del desierto blanco, la arena volcánica del lugar tiñe el paisaje de un riguroso negro. La nieve, al tomar contacto con las altas temperaturas del suelo, se derrite rápidamente. Cabe con justeza la metáfora del fin del mundo.
Repite como un mantra: agua, aire, tierra, fuego. Una conexión con los elementos primarios de la naturaleza. Una búsqueda introspectiva: limpiar para hacer espacio. Antártida negra. Los diarios (Tusquets Editores, 2017) es el registro vivencial de un recorrido que encuentra en la creación de imágenes el norte de la brújula.
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Una inhóspita base militar como telón de fondo. Una habitación con escasa calefacción, abarrotada de personas. Las ropas cuelgan en sogas improvisadas sobre las camas cuchetas. Reglas de convivencia que impiden salidas sin autorización, que estandarizan el ritmo de vida con horarios y asignación de tareas. Un regimiento. Lestido atesora los momentos de soledad cuando logra liberarse del gentío y burlar la rigidez de la disciplina militar.
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La icónica fotografía “Madre e hija de Plaza de Mayo” (1982) inaugura la potencia conceptual y visual de las imágenes de Lestido, como lo muestran las series posteriores “Hospital infanto juvenil” (1986-1988), “Mujeres presas” (1991-1993) y “Madres e hijas” (1995-1999), entre otras. La mayoría de sus obras retratan la vida humana, los vínculos, diversos escenarios sociales. Sin embargo, en la serie “Antártida negra” (2012) aparecen con fuerza los elementos de la naturaleza. Vemos paisajes inabarcables que son captados con una asombrosa profundidad que logra ensanchar la mirada y desbordar los márgenes del rectángulo: “que el universo se perciba a sí mismo a través de mis ojos”.
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Si bien los diarios y las fotografías se presentan por separado, al hacer el ejercicio de combinarlos llegamos a develar un lenguaje distinto. “Trabajar con la pureza de los elementos de la naturaleza permite ver lo invisible detrás de lo visible”. En ese cruce se genera una especie de trance.
Frente a la alteración de los planes previos y a la constante modificación de su itinerario, Lestido nos habla de honrar la incertidumbre, de trazar un camino posible para luego animarse a desandarlo y buscar, cámara en mano, lo impredecible del instante.
Por Mariana Sorgentini / Fotografía Adriana Lestido