En el Día Mundial del Agua, la lupa se posa en las diferentes modalidades extractivistas que utilizan grandes cantidades de agua o generan condiciones de contaminación y sequía, un modelo que destruye uno de los derechos humanos indispensables para la vida: el acceso al agua.
Ola de calor, meses sin lluvia, incendios, parte de la población sin luz y agua. La situación es alarmante y los datos así lo corroboran. El año pasado, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), se ubicó dentro de los 14 años más secos desde 1961. Más aún, este verano fue el más cálido de su historia con 1,3 grados por encima de la temperatura normal. Y especialistas indican que esta situación solo parece empeorar. No hace mucho incluso, que el calor en AMBA fue tal que tuvieron que agregar colores en tonos grises a la escala del SMN. ¿Qué hay detrás de esta emergencia climática?
El agua vale más que el oro
Según el Ministerio de Salud de la Nación, el agua dulce disponible es solo 2.5%. De este porcentaje el 68.7% se encuentra en los glaciares, principalmente en los casquetes polares, pero también en las altas cumbres nevadas. Otra parte importante de las reservas de «agua dulce», 30.1%, se encuentra en acuíferos subterráneos. El 0.8% está en el permafrost (terreno que haya permanecido congelado durante al menos dos años y está conformado por tierra, rocas y sedimentos amalgamados en un todo por el hielo, el cual actúa como cemento) y el restante 0.4% en aguas superficiales y en la atmósfera.
De estos porcentajes, a nivel mundial, la industria utiliza 22% de ese agua, contra 8% del consumo personal, y 70% de la agricultura, según datos de la ONU. Los datos de nuestro país no se difieren demasiado, según el Ministerio de Salud de la Nación, los porcentajes del uso del agua en nuestro territorio: Agricultura y Ganadería 80%, Hogar 13% e Industria 7%.
Ese 87% que utilizan la industria y la agricultura invita a hacer algunas preguntas; ¿qué hay detrás de ese porcentaje? Organizaciones ambientalistas apuntan al modelo capitalista y extractivista de producción como el principal punto para hablar del cambio climático y la crisis ambiental. Tal es así, que en estos 4 puntos se pueden observar las consecuencias que estas modalidades tiene en relación al agua.
1. Monocultivo. Soja, soja y más soja: El agotamiento del suelo por parte del monocultivo hace no sólo que no se pueda plantar otro tipo de cultivo y/o árboles sino que imposibilita el escurrimiento del agua. Malena Blanco, cofundadora de Voicot, indicó, en una entrevista para el medio ANCCOM, que este modelo sacrifica la biodiversidad para dar paso a los “cultivos de soja que están destinados a alimentar al ganado”, con lo cual “se genera un avance hacia el calentamiento global”.
2. Extractivismo urbano: si bien en las zonas rurales hay bienes comunes que pueden ser saqueados, en las ciudades el extractivismo se refleja con el avance o privatización de tierra para la realización de un negocio. Incluso, las construcciones se hacen en sitios donde no es propicio haciendo que se transforme en sitios inundables: ¿Cómo se planifica una ciudad? ¿Por qué hay zonas donde viven miles en pocos metros y barrios privados dónde hay una casa por manzana? ¿Cómo es el consumo de energía? ¿Todes tenemos el mismo acceso a los recursos básicos como luz, agua potable, cloacas?
Los hechos recientes, demuestran que no. Según un Relevamiento de Condiciones Habitacionales realizado por el Observatorio Villero (ver más), el 63% de las conexiones que brindan agua a las personas que viven en los barrios populares son informales. En Ushuaia (Tierra del Fuego) los caños se congelan en invierno. En La Tosquera (Corrientes), el agua sale con poca presión y sucia: «para darle de comer a 150 familias, en el comedor comunitario juntamos agua a la noche en un tacho». El 15% del total de las viviendas relevadas dependen de pozos de agua y camiones cisterna, pero las municipalidades no envían nunca suficientes camiones y el agua no alcanza.
3. Fracking. La fractura hidráulica precisa para el proceso de extracción de combustibles fósiles, la inyección de agua a alta presión subterránea para fracturar la roca, permitiendo acceder al petróleo o gas. Como referencia, en una nota de Izquierda Diario, indicaron que según la Secretaría de Energía de la Nación, un solo pozo de fracking de Tecpetrol en Fortín de Piedra utilizó 97 millones de litros de agua del Río Neuquén. Hace no mucho tiempo, incluso, la situación del Río Limay despertó la alerta de muchas organizaciones en defensa del agua (ver más acá).
4. Litio. Tal como explica un artículo de FARN, para la extracción del mineral, se arman campos de perforación donde a través de un sistema de bombeo se extraen de los salares grandes cantidades de agua salobre con litio. Dicha agua es depositada en piletas de evaporación y concentración. Allí, el agua es evaporada por la radiación solar y el viento, y la salmuera se concentra mediante un proceso de precipitación. Luego, la salmuera concentrada ingresa a un proceso de planta para la producción de carbonato de litio, condición en que el mineral es comercializado.
5. Extractivismo pesquero: Se basa en la sobreexplotación de todas las especies marítimas, donde muchas veces tiene como protagonistas a países que explotan mares extranjeros sin autorización alguna. Oscar Galli, en diálogo con Otro Viento, explica que la sobreexplotación de los recursos marinos es un problema de escala mundial y diferencia tres grandes tipos de impactos en los ecosistemas que produce el extractivismo pesquero: efectos directos sobre las poblaciones explotadas, modificaciones de los hábitats bentónicos y efectos globales sobre comunidades y ecosistemas que las contienen (ver más acá). Los océanos son fundamentales para el cuidado del planeta, no sólo porque son una gran fuente de recursos naturales sino porque son los reguladores de las temperaturas terrestres y los responsables de absorber y capturar el dióxido de carbono de la atmósfera.
Claro está que la ola de calor y las sequías son parte y consecuencia de un modelo de producción extractivo. Un modelo donde solo unos pocos se benefician con la concentración de capital, casas de cristal y piletas llenas, mientras que otros miles de personas no acceden ni siquiera al agua potable. Frente a la pregunta para qué sirve el agua inmediatamente aparecen imágenes de la vida cotidiana: con el agua nos hidratamos, nos bañamos, cocinamos y lavamos nuestras cosas ¿Qué político/a vive sin agua? ¿Qué empresaria/a no puede acceder al agua? Otro modelo productivo es necesario, un modelo que beneficie a todes, garantizando derechos básicos para la vida protegiendo a nuestra pacha.