Las malas de Camila Sosa Villada fue publicada en el año 2019, es su primera novela y la más autobiográfica de la autora.

El texto nos llevará desde su Villa Calamuchita natal, donde tenía que esconder su homosexualidad; hasta Córdoba Capital, en donde nuestra protagonista es Camilla, la que se divide entre la estudiante de derecho y la que ejerce la prostitución.

El libro es la narración de un drama en particular, pero es también un relato colectivo. Construido por un grupo de travestis que juntas son capaces de soportar los peores traumas y sobrellevarlos, como las historias que conoceremos en el parque Sarmiento o en alguna pensión cordobesa. Pero también son capaces de vivir la vida, compartiendo consejos de belleza, su pasión por los hombres y hasta serán capaces de criar a un niño abandonado en manada.

Muchas van a ser las experiencias de Camila, desde esa primera noche en la que se acercó a un grupo de travestis, hasta que logró hacer manada con éstas, quedando plasmado su crecimiento en esta historia atrapante y despojada de todo tapujo social.

La poesía de la historia radica en cómo la autora puede crear, en un contexto de tanto maltrato (policial, de género, intrafamiliar), un refugio como la casa de la tía Encarna. Y a partir de una tragedia, como puede ser la de tener que perder a una vieja amiga viéndola consumirse a causa de una enfermedad letal, puede escribir que ella fue convirtiendose en pájaro.

Camila Sosa Villada es una de esas autoras que tienen que estar en nuestra biblioteca entre las del momento, por su escritura contemporánea, contradictoria y por su forma incorrecta.

Camila dice que las trabas se cagan de risa del lenguaje de género, que hoy gana mejor que un albañil y que ya no le importa lo que le griten en la calle, por eso Camila es parte de la historia del empoderamiento femenino. Camila sabe decir lo que para ella es la realidad de las trabas, pero también fantasea y dramatiza. Gracias a ello es que podemos gozar del intelecto de esta mujer, en toda su prolífera literatura.

Por María Belén Nieto Martínez