Por María Belén Nieto Martínez.

(Con spoilers, al menos de lo que pude percibir)

Una particularidad de este evento, es que la aventura de adentrarse en él, empieza cuando sacás la entrada (esperanzado en ver una obra). El lugar es secreto, ¿podría revelarlo? Sí. Pero no quiero, ¿por qué atacar lo lúdico, el intento del arte de conservar algún misterio en los tiempos que corren, tan atravesados por la velocidad de las redes y la inteligencia artificial? ¿Por qué combatir esa humanidad de poder no saber algo?

“¿Qué estamos haciendo? Un ritual de destrucción… No es teatro, tampoco es perfo…No es ficción, tampoco es verdad, no es una obra acabada, es una experiencia”, adelanta una especie de texto curatorial del cual podés servirte mientras te pasan un vinito en el pasillo de la casa en cuestión habitada por artistas y espectadores.

Al principio de todo, algunas mujeres del lugar te van a permitir recorrer toda la casa e ingresar solo en aquellas habitaciones en las cuales las puertas están abiertas.

Encontraremos flores secas, flores vivas, plantas, fotos viejas, espejos, luces tenues y fuertes, según vaya avanzando el no argumento. Algunos personajes están quietos por ahí, o están andando por la casa pero los reconocemos por sus ropas. Intuimos que algo nos van a decir o van a hacer.

Una mujer se quita el velo y baja una escalera, comienza hablando en inglés, she was “looking up for inspiration”, and then she said some words in Spanish that I understood less than in English. (Ella estaba “buscando inspiración y luego dijo algunas palabras en español que yo comprendí menos que en inglés”) Entonces no esperen mucho de mi interpretación poética. Porque si algo puedo decir como crítica y autocrítica, es que existe un límite en la poesía de palabras sueltas. De esta obra, mucho más allá de los textos, me quedo con algunas imágenes.

Luego pasaron algunas cosas, muchas palabras sueltas. Luego una mujer que andaba vestida con malla y globos, dijo algunas conmovedoras y caminó y se recostó sobre vidrio.

Luego empezó una fiesta (literal), todes tuvimos que bailar….y sonó “No estoy triste, no es mi llanto, Es el humo de este fasito que me hace llorar…” entre algún que otro tema. Luego de unas tres canciones, la fiesta se disolvió. Las protagonistas se debatían entre “escrachar” o no públicamente a quienes no habían bailado. Y todo continuó, sin algún tipo de nexo entre escena y escena.

De repente fuimos convocados por el canto de todo el elenco a observar por una ventana que daba a un subsuelo, se generó una bella imagen de todas juntas cantando (también en inglés) y un momento yo diría de paz.

Aunque también se despertó nuestra curiosidad como espectadores cuando una de las protagonistas se encerró en un baño y sostuvo durante minutos una discusión telefónica, pues todos queríamos saber a qué llevaba. La puerta del baño se cerró, la discusión se escuchó fuerte y eso fue todo.

Después una de las actrices se monologueó sobre su condición de actriz y pidió ser abrazada y que algunas personas del público bailen con ella. Después una mujer bailó con un paraguas sobre un techo, y otras protagonizaron una discusión que parecía de otra época por sus ropas y de otro lugar por el idioma indescifrable. Sin embargo, podíamos apreciar que estaban discutiendo.

Ya bastante espoileados y sin saber con certeza el orden de este relato (el orden de las escenas no arruina una no obra), finalmente nos preguntaron tendidamente y con velas “¿Por qué no mirás hacia adentro? Si sos vos misma”, mientras en otra parte se acrecentaba un fuego en el que algunas personas quemaron algo y compartieron el resto del vinito.

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